La cámara fotográfica y la bicicleta son extensiones del cuerpo de Rafael Tarazona, su vida está intrínsecamente vinculada a ambos recursos, por ende cuando fue detenido de manera arbitraria junto a su hermano, el defensor de derechos humanos y director de FundaRedes Javier Tarazona, sufrió una especie de mutilación al ser arrancado de la posibilidad de enfocar su lente y rodar libremente por carreteras y parajes rodeados de naturaleza.
Ser detenido y pasar meses en prisión era algo impensable para este ingeniero electrónico con mención en telecomunicaciones solo por el hecho de ser hermano de un defensor de derechos humanos, ser activista y apoyar a la organización que comenzó a dar sus primeros pasos en 1997 en el estado Táchira. Fue la persona encargada de conducir y prestar apoyo logístico en una gira que varios miembros de FundaRedes habían emprendido por Caracas y Falcón para hacer denuncias en instancias nacionales sobre violaciones de derechos humanos en la frontera y desarrollar jornadas de activismo. Lo que constituye rutina para las organizaciones derivó en acoso y prisión.
El 2 de julio de 2021, Rafael trasladó a su hermano y a dos activistas más, Omar de Dios García –coordinador de FundaRedes en Falcón– y Yhonny Romero – director del Comité Nacional de Familias Víctimas de las Desapariciones y Trata en las Costas de Venezuela– a denunciar en la Fiscalía Superior de Falcón el acoso que estaban sufriendo por parte de funcionarios de organismos de seguridad del Estado durante su estadía en esa entidad. Allí mismo fueron detenidos. Romero quedó en libertad poco después, pero los demás fueron trasladados a Caracas para ser recluidos en la sede del Sebin del Helicoide. Un mes después a ellos se sumó Larry Osorio Chía, hermano de un trabajador del hospital de Apure, que fue efectivo de la GNB y es considerado como “desertor”, a quien señalan de ser informante de Tarazona durante los enfrentamientos armados en esa entidad llanera entre grupos armados irregulares, Fuerzas Armadas y comandos policiales que fueron denunciados ante la opinión pública por FundaRedes debido a las masivas violaciones de derechos humanos que allí ocurrieron.
Durante cuatro meses Rafael y Omar de Dios estuvieron tras las rejas. Fueron excarcelados con medidas de presentación en tribunales, pero el juicio contra ellos continúa, por lo que no son hombres libres. Rafael se reencontró con su bicicleta y ahora más que una extensión de su cuerpo es el boleto a experimentar –aunque sea por ratos– la libertad robada, no solo la suya sino la de su hermano que sigue preso en uno de los mayores actos de persecución contra la sociedad civil venezolana.
Eran las 2:00 de la madrugada el 26 de octubre de 2021 cuando Rafael Tarazona volvió a pisar la vía pública. Era un sobreviviente de la represión del Estado y del COVID. Comenzaba otra etapa. En esa libertad parcial se dio cuenta de las secuelas de los días en prisión injusta: deterioro físico y emocional, casi un mes y medio con dificultades para ver la luz del día, ansiedad al estar en espacios cerrados rodeado de personas, darse cuenta que algunos de los amigos dejaron de serlo, perder el empleo que tenía en una importante empresa de telecomunicaciones. “A veces el entorno te juzga”. También se tuvo que acostumbrar a ser perseguido por el Sebin que vigilaba sus pasos.
A Javier Tarazona, Rafael Tarazona, Omar de Dios García y Larry Osorio Chía les imputan los delitos de terrorismo, traición a la patria y promoción e instigación al odio. En dos años el proceso judicial se ha estancado igual número de veces. Hace poco más de un mes, cuando el juicio tenía casi 90% de avance, ya casi en la etapa de conclusiones, le fueron retiradas las competencias para conocer casos de terrorismo al Tribunal Octavo de Juicio del Área Metropolitana de Caracas, a cargo del juez Aquiles Vera y de esa manera el juicio deberá comenzar de cero por tercera vez, a dos años de ocurrida la detención arbitraria, lo cual contraviene el Código Orgánico Procesal Penal que establece que ninguna persona podrá estar detenida más de dos años de manera preventiva.
“El expediente son muchas carpetas, pero sin pruebas, como dicen popularmente ‘está amañado’, pero Javier ha demostrado ser un hombre que tiene una gran capacidad de soportar muchas cosas, desde antes de la prisión; además sigue siendo un hombre intachable y aún tiene la esperanza de que todo lo que ocurre en Venezuela se puede arreglar con la reconciliación, con un encuentro en sana paz, con un diálogo realmente efectivo. El encuentro entre venezolanos pareciera extenderse pero es una necesidad”.
En las primeras semanas de detención los interrogatorios a los detenidos por el caso FundaRedes eran individuales, los sacaban uno a uno de la celda que compartían y los llevaban a otro lugar por horas. Javier solía regresar agitado de esas sesiones, con la piel enrojecida, jadeando, sudado, recuerda su hermano, pero no decía qué le había ocurrido ni se quejaba. Meses después, cuando Rafael y Omar de Dios fueron excarcelados supieron que durante esas ausencias Javier había sido sometido a golpizas, asfixia mecánica con bolsas plásticas, aplastamiento de dedos con cachas de fusiles, además de insultos y otros tratos crueles, todo bajo amenaza de que si decía algo le harían lo mismo a los demás.

Una de las mayores preocupaciones de la familia, el entorno y la defensa de Javier Tarazona es su estado de salud por tratarse de un paciente con múltiples patologías, a las que se han sumado afecciones propias de la prisión por la falta de atención médica, la ausencia de sol, las condiciones de salubridad y el encierro injusto. A Rafael le genera inquietud que ese coctel de padecimientos detone en cualquier momento y ponga en riesgo la vida de su hermano.
“A pesar de eso Javier mantiene su fe y su sonrisa, por supuesto vive en una montaña rusa de emociones, por momentos la frustración invade, luego pasa, y él a veces somatiza esas emociones… Él era consciente de los riesgos de su labor tanto por las presiones de los grupos armados irregulares que actúan en la frontera y él denunciaba constantemente –y por lo cual el Estado en ocasiones le dio protección, pero parece haberlo olvidado–, como por algunas autoridades que pudieran ser sensibles a sus denuncias. Defender derechos humanos es una labor que al parecer no le gusta a este gobierno, además en reiteradas oportunidades él sufrió acosos, aguantó muchas presiones, hasta vandalizaron y tirotearon la fachada de nuestra casa en San Cristóbal porque FundaRedes se convirtió en el paño absorbente de las realidades de la frontera… Mi hermano ha defendido derechos humanos toda su vida, desde que era menor de edad, y eso tiene que ver con los valores que nos inculcaron en la casa, de que nos importe el prójimo y que se les respeten sus derechos”.
Enseñar ha sido una pasión que Javier Tarazona descubrió desde muy joven, y fue precisamente eso lo que lo impulsó no solo a estudiar educación y a formar jóvenes en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), sino a fundar su organización que inicialmente se llamó Redes. Despojado de su libertad, ha continuado esa labor en prisión. “Javier también se ha dedicado a promocionar la educación de los derechos humanos, como buen educador universitario día a día se sigue formando, sigue estudiando, sigue leyendo y sigue enseñando, porque detrás de esos barrotes hay gente que ni siquiera sabe leer o escribir, otros fueron poco a la escuela y quieren aprender más, y de esa manera Javier ha tenido oportunidad de enseñar e incluso de humanizar, que es lo que en Venezuela se ha perdido”.
Javier Tarazona ha visto crecer a sus hijos en prisión, Javier Alejandro es un adolescente que ha salido en varios videos pidiendo la liberación de su padre; estaba con su abuela cuando allanaron su casa en Táchira al día siguiente de la detención. Pese a lo mucho que lo ha perturbado la situación de su papá, “su guía, su mentor”, está graduándose de bachiller: “Él está claro en que el trabajo que hace su papá es en beneficio de un país y pese a todo eso lo satisface y enorgullece; sabe que tiene que formarse para ser tan bueno o incluso mejor que su papa”. La más pequeña es una niña de 5 años de edad que también ha visitado a su papá en el Helicoide. “Es impresionante cómo se comporta y piensa para tener su edad, incluso tiene la capacidad de hablar con cualquier persona al respecto y está clara en que a su papá está trabajando en circunstancias malas pero que va a terminar bien”.
Rafael narra con calma los episodios que cambiaron la vida de su familia, no hay palabras de rencor hacia los carceleros de su hermano, ni hacia los jueces que han dejado a medias el proceso judicial, ni hacia los custodios en el Helicoide ni hacia el Estado opresor. Su fe en Dios se impone ante cualquier otro sentimiento, aunque a ratos el dolor se asoma en su mirada y su tono de voz al hablar de su hermano y recordar lo vivido en prisión.
Desde su excarcelación hasta hoy día la rutina de Rafael Tarazona gira en torno a este episodio que cambió su vida y la de su familia: buscar medicinas para su hermano, llevarle comida, visitarlo, tener reuniones, hacer contactos, participar en eventos, dar entrevistas, ser el puente con la familia en Táchira…
“La vida nos cambió por completo pero siempre enfocados en que para algo bueno, pese a todas las circunstancias que nos han hecho vivir. Esto quedará en la historia, está documentado… Lo importante es que cada día que pasa estamos haciendo un trabajo de hormiguita, constante, para lograr la libertad. Nuestra meta es alcanzar la libertad con dignidad… Algo que Javier y yo siempre nos hemos comunicado es que no somos delincuentes, y eso nos llena de valor para continuar. Si unas puertas se no cierran por esta experiencia otras se abrirán, ya que la esperanza no nos la van a quitar”.
Sin embargo, Rafael es de la idea que la libertad de su hermano no se logrará por la vía judicial. “Siento que el Estado venezolano juega con nuestras vidas porque nos pone un precio. Somos prisioneros políticos, así que la manera de encontrar una salida es la negociación política, pues en más de dos años se ha demostrado que por la vía judicial no será, hay más de 120 presos políticos que tienen hasta 3 años detenidos de manera preventiva, sin juicio, sin debido proceso. Y ahora que hay que iniciar otra vez desde cero no sabemos cuánto se va a tomar el nuevo juez, así que tiene que existir otro mecanismo, pues un ser humano no puede estar tras las rejas de manera injusta solo porque alguna figura política así lo decide”. //