El primer teniente Franklin Caldera decidió desertar. Constató la devastación en el Arco Minero del Orinoco y lo denunció junto con un grupo de indígenas pemones afectados por la extracción descontrolada de oro. Se acumulaban los motivos para estar en desacuerdo con el gobierno venezolano y por ello decidió separarse del Ejército. Cruzó la frontera con Colombia y desde allí manifestó su posición a través de medios de comunicación junto con otros militares que ese enero de 2019 anunciaron públicamente su retiro y se declararon en oposición al régimen.
Por su valentía toda la familia fue perseguida y acosada. Su padre y su hermana, que también era militar, fueron sometidos a cruentos interrogatorios en los cuales sufrieron torturas físicas y psicológicas, así como tratos crueles e inhumanos, que en el caso de la joven le causaron el aborto de su primer hijo. Su esposa, que también formaba parte del componente castrense y tenía al pequeño hijo de ambos de apenas 1 año de edad, igualmente fue perseguida y hostigada, al punto que se vio en la necesidad de abandonar el país.
El padre fue interceptado cuando salió de su casa en Valencia, estado Carabobo, a buscar medicamentos para su esposa que desarrolló un severo cuadro de salud a raíz del estrés que le produjo la detención de su hijo y la persecución a su familia. El señor Caldera fue encapuchado y trasladado a una casa donde fue torturado por varios días para que revelara dónde se encontraba su hijo lo colgaron, le propinaron golpes, le aplicaron corriente y lo insultaban. A raíz de estas torturas el señor Caldera comenzó a padecer hipertensión, sufrió un infarto, desarrolló cuadros de ansiedad, ataques de pánico y se despertaba gritando.
En febrero de 2021 el joven teniente fue detenido en territorio colombiano. Su padre se refiere a este hecho como un secuestro por haber ocurrido fuera del país y ejecutado por elementos de la guerrilla del ELN en compañía de miembros de la DGCIM. Fue llevado a un centro de detención clandestino utilizado para cometer torturas, sitios de los que se ha denunciado su existencia en varios estados del país y han sido documentados en los informes de la Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos sobre Venezuela. A él lo trasladaron a uno que llaman “La Cueva”, ubicado en La Mariposa, Caracas. Allí fue sometido a crueles torturas por ser considerado un “traidor”; durante cinco días le sumergían la cabeza en pipotes de agua, le aplicaron descargas eléctricas, lo colgaron de brazos y de pies por horas y en esa posición le daban fuertes golpizas, le cortaron las uñas tan cortas hasta sangrar. A los doce días logró escapar gracias a sus habilidades físicas, llegó hasta un lugar donde se resguardó y se comunicó con su familia y les relató lo sucedido, pero allí fue recapturado. Le dispararon en una pierna y en la otra lo hirieron con un arma punzopenetrante para garantizar que no se volviera a escapar. No recibió atención médica por las heridas aunque lo trasladaron al hospital militar, por el contrario, allí lo mantuvieron esposado a una cama varios días en esas condiciones. Luego fue llevado por un grupo de más de 50 funcionarios fuertemente armados a la temida Casa de los Sueños, en los sótanos de la DGCIM en Boleíta.
“El delito de mi hijo fue denunciar la destrucción del Arco Minero”
Franklin Caldera, padre del teniente (Ej) Franklin Caldera Martínez
Gracias a las presiones que su familia ejerció ante organismos internacionales lograron tener fe de vida. Más adelante, la primera vez que pudieron verlo fue en mayo, tres meses después de su detención. El teniente casi no podía moverse ni caminar, logró hacerlo con mucha dificultad al ver a su padre. Allí le pidió que luchara no solo por él sino por Venezuela y por todos los presos políticos. Posteriormente fue trasladado a la Cárcel Militar de Ramo Verde donde nuevamente instancias y organismos internacionales intercedieron para que le respetaran la vida, afirma su padre.
A Caldera lo vinculan con la Operación Aurora y con la Operación Gedeón. Le imputan terrorismo, asociación para delinquir, traición a la patria y sustracción de armas. Como se ha vuelto práctica común el proceso judicial ha estado plagado de irregularidades desde un inicio, las audiencias constantemente son diferidas tras horas de espera, no permiten que su familia le lleve alimentos ni agua, ni que los abogados tengan acceso a los expedientes. La espera por 10 o 12 horas ocurre en un sótano de los tribunales en medio de aguas putrefactas.
Sin embargo, el mayor obstáculo en el proceso judicial ha sido el juez Mascimino Márquez a quien Franklin Caldera padre denunció por haber amenazado con dictar sentencia de 30 años de cárcel si el teniente no se declaraba culpable y con involucrarlo en otra causa, así lo hizo cuando el joven apareció señalado de participar en la Operación Gedeón aunque para ese momento estaba preso. Márquez fue recientemente detenido por funcionarios de la Policía Nacional Contra la Corrupción.
Las primeras palabras que escuchó de su hijo cuando finalmente pudo verlo motivaron al señor Franklin Caldera a tal punto que decidió formarse como activista en derechos humanos de la mano de la organización Defiende Venezuela y creó el movimiento Familia SOS LIBERTAD.
“Como padre desesperado perdí el miedo y junto con mi esposa, que es médico, decidimos alzar la voz porque el amor de padres puede más que cualquier amenaza o circunstancia. Mi hijo es el que me ha dado la fuerza para luchar acá mismo en Venezuela. Hemos estado en las calles alzando nuestra voz, pidiendo libertad y justicia porque mi hijo perdió su libertad por ver una Venezuela libre, él lo que hizo fue cumplir la Constitución, no es un delincuente ni un terrorista; y así como él los más de 300 presos políticos por los que yo lucho, mujeres que están presas por delitos que no cometieron, por hechos en los que nada tienen que ver. Pero para obtener justicia no podemos quedarnos callados, por eso invito a los familiares de los presos políticos y de los que fueron asesinados en protestas, a las víctimas, a que se sumen, que pierdan el miedo porque si nosotros no alzamos la voz, si nos seguimos dejando intimidar por el régimen qué va a pasar con nuestros seres amados, ¿los vamos a dejar solos? ¿vamos a dejar las cosas así? No, no, perdamos el miedo, vamos adelante a luchar, no podemos permitir que nos dominen y nos dobleguen”.
La cámara fotográfica y la bicicleta son extensiones del cuerpo de Rafael Tarazona, su vida está intrínsecamente vinculada a ambos recursos, por ende cuando fue