A sus escasos 16 años de edad, Rubén Darío González se había propuesto aprenderse la Constitución, eso le ayudaría a comprender las dimensiones de los incumplimientos del Estado con sus obligaciones hacia la población y así alzaría su voz con más conocimiento de los derechos establecidos en el texto fundamental. El pequeño libro con 350 artículos quedó sobre la mesa del comedor junto a otros que lo ayudarían en el mismo propósito cuando el 10 de julio de 2017 salió a protestar como lo hicieron millones de venezolanos en la ola de manifestaciones antigubernamentales. Ese día fue el último para este joven que se topó con la voraz represión en La Isabelica, Valencia, estado Carabobo, allí fue asesinado por un guardia nacional, que le disparó en el inrtercostal.
Aunque seis de los militares que participaron en los hechos de ese día fueron detenidos y procesados judicialmente, el autor del disparo –identificado posteriormente por las autoridades como el teniente de Guardia Nacional Bolivariana Gregori Adolfo Casanova Mendez– se dio a la fuga y cinco años después no ha sido ubicado.
Apenas en octubre de 2021 se inició el proceso judicial contra los seis detenidos imputados por la Fiscalía por los delitos de I) homicidio intencional calificado por motivo fútil con el agravante de haber obrado en contra de un adolescente; II) Uso indebido de arma orgánica; III) Omisión de socorro con la agravante de haber obrado con abuso de autoridad. Sin embargo, un año después y a 5 años de la muerte del joven los involucrados fueron absueltos.
“Yo sabía que no me iban a dar justicia, que los iban a absolver porque siempre he estado en las audiencias y la Fiscalía aunque imputó no presentó nunca elementos de prueba, hasta el juez preguntaba por las pruebas… Y ni siquiera el Ministerio Público o los tribunales saben si el que disparó contra mi hijo está aquí en Venezuela o está en el exterior, no muestran interés porque ellos tienen los recursos para averiguarlo”, dice Dexy González, madre del joven asesinado.
Con indignación se refiere a cuando escucha al fiscal general designado por la Constituyente decir que se está impartiendo justicia en el caso de los jóvenes asesinados en las protestas: “Es cínico, cómo va a decir que está dando justicia cuando yo lo estoy viviendo en carme propia. ¿Cuál es la justicia? Ellos se llenan la boca diciendo que hacen justicia y que no violan los derechos humanos, pero ¿dónde están los responsables de la muerte de mi hijo? La Fiscalía no demuestra interés, no lo hizo en ese entonces y no lo hace ahora, ¿cómo van a decir que hay justicia”.
Dexy González va casi a diario al Palacio de Justicia del estado Carabobo desde hace 5 años, aún ahora tras la absolución de los guardias. Se prepara para la apelación mientras con dificultades vela por sus otros tres hijos, un varón y dos hembras, pues el asesinato de Rubén Darío y la impunidad dieron un vuelco a sus vidas al punto que ella dejó de trabajar y lucha constantemente contra la tristeza y las secuelas psicológicas propias y de su familia porque todos se han visto impactados de alguna manera con el crimen.
“Un día despertaré y veré a mi tierra libre y feliz por una gloria que no fue de una persona, sino de un pueblo, un pueblo que pedía a gritos un trato diferente, un pueblo que vivió con la agonía de pensar qué iba a comer, si conseguiría sus medicamentos, si algún día llegaría a ver una cara de felicidad en el rostro de su hermano venezolano que igual que él ahora sufre, pronto todo será mejor, no será como antes será mucho mejor Se hará justicia y el sacrificio de aquellos caídos no será en vano Te amo Venezuela…”
Así es como Rubén Darío anhelaba su país tras la ola de protestas. Así como quería aprenderse la Constitución para empoderarse como ciudadano, también plasmaba sus ideales en textos y poemas. Hoy su madre y sus hermanos esperan la apelación a la absolución de los implicados y que el Estado venezolano garantice justicia.