La única forma que encontró el comisionado de la Policía Municipal de Chacao Fred Mavares para dejar de ser una víctima de prisión arbitraria fue escaparse de la cárcel. Habían pasado casi tres años de su detención junto a otros 13 compañeros policías acusados sin pruebas del homicidio del periodista del canal de Estado Venezolana de Televisión (VTV) Ricardo Durán. Casi tres años teniendo a su favor una boleta de excarcelación emitida por una juez que no había sido cumplida por órdenes del para entonces ministro de Interior y director del Sebin, Gustavo González López.
Mavares y sus compañeros, entre ellas dos mujeres, estuvieron aproximadamente dos años detenidos en la sede del Sebin del Helicoide, donde sufrieron torturas constantemente, algunos al punto del desmayo. Eran llamados casi por lista y los hacían esperar su turno para recibir las dosis de asfixia mecánica, golpes, inhalación de sustancias químicas y descargas eléctricas. En ocasiones todo esto lo recibían guindados de los brazos. Desmayarse era peor porque la reanimación la recibían con corrientazos al cuello o a la cara. Los demás escuchaban los gritos desde una escalera cercana donde los hacían esperar el turno. Mavares perdió algunas piezas dentales por las golpizas recibidas. Cuando era llamado con otros por sus verdugos se ponía varios pantalones y tomaba analgésicos en un intento por aguantar mejor las torturas.
“Desde que llegamos al Sebin tuvimos que pelear para tener una celda para nosotros porque las vendían por 1.500 dólares para arriba”. Las dos funcionarias fueron reubicadas con las demás mujeres, todas presas políticas. Ellas no se salvaron de los malos tratos y golpes, aunque con menos saña que sus compañeros hombres. “En todo ese tiempo en el Sebin fuimos testigo de todo lo que pasaba allí, las torturas eran algo normal, cuando no las recibíamos nosotros igual escuchábamos los gritos y sabíamos que estaban torturando a otros; aunque en su mayoría vimos presos políticos también llevaban a personas secuestradas que las extorsionaban y si no pagaban las golpeaban y las presentaban a la Fiscalía, era un sistema de corrupción inmenso”, relata Mavares.
Las torturas a los policías cesaron cuando lograron hacer llegar unas cartas al exterior del Helicoide en las que relataba a sus abogados el horror que vivían. La prensa informó los hechos y la denuncia llegó a las redes sociales. En diciembre de 2017 tras las negociaciones entre gobierno y oposición en República Dominicana fueron liberados 12 funcionarios de Polichacao; a Fred Mavares y a otro policía los mantuvieron en prisión, aunque los enviaron al Centro Penitenciario 26 de Julio, en el estado Guárico. Como iban sin orden de traslado el director de esa cárcel se negaba a recibirlos, pero en una llamada la ministra de Servicio Penitenciario, Iris Varela, ordenó el ingreso. Ambos fueron confinados en una celda de castigo por un mes. Allí dormían en el piso, comían y hacían sus necesidades. Después los sacaron y enviaron a una celda en el pasillo donde está la oficina del director, los dejaban tomar sol en las tardes y se sentían en relativas mejores condiciones.
“Yo sentía que allí sí iban a respetar la boleta de excarcelación cuando llegara, pero no fue así. “La jueza volvió a ratificar la excarcelación y ordenaba al director del centro penitenciario la liberación inmediata, pero esa boleta tampoco la quisieron recibir y allí comenzó de nuevo el insomnio, que era una enfermedad, por más que tomara pastillas no lograba dormir. Ahí supe que íbamos a seguir en lo mismo y comencé a planificar mi escape”.
Pasaron los meses y algunos intentos hasta que un sábado de julio, aprovechando que los guardias de las garitas altas dormían la siesta de la tarde, decidió dar el gran paso junto a su compañero que estaba temeroso. Tenían que escalar muros altos, saltar unas rejas, sortear un foso, entre otros obstáculos. Mavares hizo que su compañero fuese el primero en intentarlo, él lo seguiría. Así fue. El otro policía lo logró; Mavares se clavó una especie de guaya en las manos y ocurrió lo que temía, cayó en el foso de donde pensó que no saldría sin pedir auxilio, pues además de las heridas sangrantes en las manos la caída la había provocado fuertes lesiones. Para su sorpresa los guardias no se dieron cuenta de su caída aparatosa, como pudo sacó fuerzas y decidió intentarlo de nuevo. Incrédulo y con mucho dolor físico lo logró. “La hemorragia en ambas manos no paraba, al bajar me encuentro a una señora con un niño que solo me dijo fue: ‘Ay, que Dios lo proteja”.
Lo que siguió fue una secuela de eventos que incluyen caminatas, mototaxis, busetas, un hospital, un escondite, un teléfono prestado para avisar a unos compañeros que se había escapado, su improvisado rescate y finalmente el cruce de la frontera con Colombia solo y sin un dólar ni peso en el bolsillo. “No podía cruzar trochas porque no tenía con qué pagar, así que espere y me arriesgué por el paso legal donde expliqué a Migración mi situación y tras revisar una data con mi número de cédula me dejaron pasar”.
De la frontera fue trasladado a la capital colombiana donde recibió un salvoconducto que le impedía trabajar, pero él necesitaba sobrevivir así que como pudo se las arregló. Su estancia en Colombia no fue fácil, pues varias veces se vio obligado a mudarse de manera forzada cuando en Venezuela algún funcionario gubernamental o el propio Nicolás Maduro daba declaraciones vinculando su nombre a algún “plan terrorista”, pues sus caseros sentían miedo. Una vez pasó varios días a la intemperie porque no tenía cómo pagar otro alojamiento. De esa forma seguían vulnerados sus derechos, aun estando fuera del país.
Su familia también sufrió las secuelas de su fuga y de cada señalamiento en su contra que hacen quienes detentan el poder en Venezuela. El ex comisionado relata que su hermano se ha visto obligado esconderse varias veces en diferentes regiones del país y la casa de su mamá también ha sido vigilada constantemente. “Cada vez que Maduro, Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello mencionan mi nombre y me señalan de terrorista, de estar aliado con el presidente Duque o con Leopoldo López para algún plan eso nos trae consecuencias a mí y a mi familia, sobre todo a mi hermano”.
Una vez se atrevió a cruzar a Venezuela y llegó hasta su apartamento en Caracas. El sitio estaba ocupado por otra persona, habían desaparecido todas sus pertenencias, así como su camioneta y su moto; lo que encontró fue un lugar saqueado y destruido, logró tomar fotos que forman parte del expediente que ha armado para documentar su caso. En esa ocasión las autoridades recibieron información de su paradero; llegaron grupos comandos fuertemente armados que iniciaron un asedio que derivó en persecución y en la segunda huida de Mavares de su país.
Fred Mavares ahora está en Europa, con una nueva oportunidad para rehacer su vida, aunque lejos de su familia, lo más duro para él, teniendo cada cierto tiempo pesadillas con las torturas que sufrió y que vio en otros, denunciando su caso y el de sus compañeros que con apoyo de las ONG Defiende Venezuela y Centro de DDHH de la Unimet fue presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que recientemente pasó el caso a la Corte-IDH solicitando señalar la responsabilidad del Estado venezolano por las violaciones a los derechos humanos sufridas por las 14 víctimas.
“Los daños son irreparables, ni siquiera espero resarcimiento material por todo lo que perdí, eso es lo de menos, ya para qué, estoy teniendo la oportunidad de una nueva vida; a mí lo que me cuesta mucho es estar separado de mi familia porque lamentablemente quedé solo, sin mis hijas y el resto de mi familia, y se que nadie me va a ayudar con eso, nosotros estamos buscando la manera entre todos para lograr la reunificación familiar. Yo lo que espero de la justicia internacional es que cesen las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, no solo para hacer justicia en nuestro caso, sino por todos, pues ayer fuimos nosotros, hoy son los que están ahí, pero mañana puede ser cualquier otro; por eso hay que castigar con mano dura a los violadores de derechos humanos en Venezuela, ellos destruyen vidas, destruyen familias y no les importa el dolor de tanta gente; no se trata de venganza sino de justicia, desde el torturador directo hasta toda la cadena de mando. No podemos aceptar la impunidad”.