Cuatro años sin una acción judicial. Una madre con el anhelo de justicia truncado. Un crimen estancado en etapa de investigación sin mayor interés por castigar a los responsables. Zulmith Espinoza Castillo perdió a su único hijo luego de que un guardia nacional le disparara en la cabeza en las protestas antigubernamentales de 2017 en San Diego, estado Carabobo. Luis Guillermo tenía apenas 15 años de edad, estudiaba cuarto año de bachillerato en el Colegio Buen Pastor y su sueño era convertirse en futbolista profesional.
El 5 de junio de 2017 fue la tercera vez que el adolescente iba a una manifestación, pese a las advertencias de su madre de que no lo hiciera por temor a los peligros que podría significar. Pero el joven, que se destacaba por sus buenas notas y buen comportamiento, era consciente de que su país atravesaba por una crisis que movilizaba a millones de ciudadanos todos los días, sabía el hambre que padecían tantos, ya conocía los excesos y abusos que se cometían en contra de la población, por eso se sumó a la lucha de su comunidad y alzó su voz para pedir un cambio para Venezuela.
Ese día un grupo de adolescentes se topó con unos guardias nacionales que poco les importó las denuncias del uso excesivo de la fuerza para contener las manifestaciones y menos aún que a quienes tenían en frente eran menores de edad. Uno de esos militares alcanzó a 5 jóvenes a quienes hizo arrodillar, les apuntó directamente y amenazó con asesinarlos. Luis Guillermo se levantó asustado e intentó correr, el uniformado impidió la huida disparándole en la cabeza y cuando el muchacho cayó herido al pavimento lo pateó. Uno de sus compañeros, de apenas 14 años, quedó salpicado de sangre. Él relató cómo ocurrieron los hechos, así como la persona que auxilió al joven gravemente herido. Pero esos testimonios no aparecen en el expediente.
Pero además Luis Guillermo fue víctima de la crisis hospitalaria que ya para ese entonces –junto a otros factores– alcanzaba la categoría de Emergencia Humanitaria Compleja. Fue trasladado primero al Hospitalito de San Diego, luego a la Clínica Los Jarales, de allí a la Clínica Valles y luego al Hospital Central de Valencia. Una tomografía confirmó la presencia de un objeto en la cabeza, le practicaron una cirugía para limpiar la pólvora que le producía edema cerebral. Su madre, Zulmith Espinoza, explica que en los dos meses que estuvo en coma inducido en ese centro asistencial se contaminó con 11 bacterias, incluso le salieron gusanos en un oído. Además, padeció desnutrición. Un primer paro respiratorio que sufrió el joven fue asistido por ella, pues las enfermeras de la unidad donde se encontraba no conocían el procedimiento. Un médico le había explicado cómo actuar en ese caso, la madre recordó las indicaciones y sacó a su hijo del trance. Pero surgieron complicaciones y Luis Guillermo fue llevado a UCI, donde le devino hipotermia y luego otros cuatro paros respiratorios. Murió el 13 de agosto de 2017.
Sorpresivamente, la autopsia que duró más de una hora no reveló la presencia de la bala, aunque varios médicos y la madre la habían visto en la tomografía. Pero no fue sino hasta 6 meses después de la muerte cuando el protocolo de autopsia fue incluido en el expediente; así como otros elementos y evidencias médicas, como la primera tomografía que mostraba la bala, que repentinamente desaparecieron de la historia médica y fueron obtenidas tras muchas diligencias y presiones ejercidas por la madre y la defensa.

“La búsqueda de justicia por la muerte de mi único hijo ha sido un camino de obstáculos, han cambiado el fiscal nueve veces, en Valencia solo tuvimos dos porque me trasladé a Caracas a denunciar las irregularidades y finalmente asignaron el caso a la capital. Cada vez que cambian de fiscal es un nuevo proceso de revictimización porque prácticamente hay que arrancar de cero. Pero en mi última visita a la Fiscalía 85 Nacional me dijeron que van a ‘mover’ el caso, el fiscal tiene órdenes superiores para hacerlo, será por intereses del sistema, pero tengo una pelea con ellos porque repentinamente pretenden imputar a 14 guardias nacionales por la muerte de mi hijo cuando ni siquiera hay elementos suficientes en el expediente, faltan muchas cosas, han desaparecido documentos y además según lo relatado por los testigos en ese momento fueron interceptados por 4 motos y en cada una iban dos guardias nacionales; es decir, serían 8 guardias, no 14, no pudieron identificarlos porque tenían la cara tapada con capuchas negras y no tenían identificación”, afirma Zulmith Espinoza.
“Había un testigo presencial, que era un joven de 14 años que estaba con mi hijo, y varios testigos referenciales entre ellos la persona que trasladó herido a Luis Guillermo, primero al Hospitalito de San Diego y luego a una clínica. Ellos tenían miedo de declarar, pero logré convencer a quien lo trasladó, ella dio su declaración pero no está en el expediente. Luego ella fue acosada, frecuentemente la paraban en la vía, tenían precisado su carro, por lo que tuvo que venderlo y migrar”.
“En Venezuela yo no veo que se quiera la justicia, el sistema está politizado, cuando encadenan para hablar de los casos de las manifestaciones de 2017 y dicen que les están dando justicia eso no es así, no se les está haciendo justicia, pues en los casos en que hay alguna condena no se corresponde con la gravedad de los hechos. Yo exijo una justicia verdadera, que la persona que disparó sea condenada como debe ser, no que forme parte de una sentencia colectiva, porque mi hijo era un ejemplo, era buen estudiante, buen futbolista, buen hijo, ¿entonces en Venezuela a los buenos ejemplos los matan? No puede ser… Además, ¿cómo es posible que le dispare a un niño?, porque Luis Guillermo era un niño, ¡tenía 15 años!”.
Desde sus 5 años de edad, Luis Guillermo estaba en los campos de fútbol. El año de su muerte era arquero y capitán de la categoría sub-15 del Iamdesandi, el equipo del municipio San Diego. Del último campeonato regional en el que participó recibió el premio al arquero menos goleado de la temporada. El fútbol era su pasión, por eso lo podaban Totti, como el futbolista italiano. Trabajó como recreador y ahorraba su dinero para comprar pelotas de fútbol. Soñaba con ser un gran futbolista, vestir la camiseta de la Vinotinto y ser fichado por el Barcelona, de la Liga Española.
“Debemos tener memoria de todo lo que ha pasado para evitar que hechos como los de 2014 y 2017 vuelvan a repetirse, ningún joven merece morir así injustamente, debemos buscar justicia, y siento que alzando mi voz colaboro con eso”.
Zulmith Espinoza denunció la impunidad en el caso ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el 24 de septiembre de 2021. Dijo que hay 14 solicitudes de órdenes de aprehensión contra el militar que disparó que no han sido concretadas y relató que durante el tiempo que su hijo estuvo hospitalizado era vigilado por funcionarios de la GNB y que ella recibió amenazas a través de llamadas telefónicas.
“En Venezuela no existe justicia. Por eso solicito a los miembros de este Consejo que sean más convincentes con el respaldo a la misión y todos los mecanismos que yo como víctima y venezolana reconozco necesarios para algún día contar con la verdad y justicia necesaria para la reconciliación de Venezuela. Mi hijo y todos los asesinados injustamente merecen justicia”, finalizó su intervención ante la instancia del organismo multilateral.