“Te dije que la orden es que no van a pasar”, era el domingo 5 de enero de 2020, día en que correspondía la juramentación de la nueva directiva de la Asamblea Nacional, un hecho noticioso que Ana Rodríguez Brazón debía cubrir para Telemundo, canal 51. Pero la sentencia de un efectivo de la Guardia Nacional Bolivariana dejaba claro que no sería un buen día de trabajo. Más que información, lo que esta corresponsal nacida en Valencia, estado Carabobo, obtuvo de esa jornada fueron empujones, golpes y el impedimento de cumplir con su derecho a informar a la audiencia.
Ya antes, cuando los medios de comunicación llegaron a las inmediaciones del Palacio Legislativo, se encontraron con la inusual presencia –e injerencia– de funcionarios del Ministerio de Información que elaboraron una lista de los periodistas que podrían pasar al Hemiciclo de sesiones. Era una señal que auguraba que la cobertura no iría bien, porque el Minci no tiene potestad para decidir en el Parlamento.
De ese día quedó grabado en un video de cuando Ana Rodríguez corre hacia donde el presidente de la Asamblea Nacional y presidente (e) de Venezuela, Juan Guaidó, intentaba trepar las rejas del Capitolio ante la negativa de dejarlo pasar, pero una mujer de la Policía Nacional Bolivariana la agarra y le impide el paso.
Los obstáculos para la cobertura no terminaron ahí. Los periodistas no se conformaban con un “la orden es que no van a pasar”, sino que buscaron todas las maneras posibles para dar cobertura a un acto natural del Poder Legislativo. Allí estaba Ana, entre un numeroso grupo de colegas: “Primero decidimos hacer una especie de cordón para evitar ser replegados por un piquete de la PNB que impedía el paso, luego más tarde hicimos una fila para intentar traspasar el piquete y obtener declaraciones de los diputados… Luego la GNB formó como un embudo de jóvenes soldados que no tendrían más de 20 años, se veían confundidos y sin disposición de confrontar hasta que les dieron la orden. Lo que se dio allí fue un forcejeo, nos empujaron, nos apretaron con los escudos, comenzaron a golpearnos, hubo al menos dos periodistas que se quedaron sin aire, estaban a punto de desmayarse”. Ningún esfuerzo logró la cobertura noticiosa dentro del Palacio.
El ataque de colectivos
Dos días después, el 7 de enero, Juan Guaidó convocaba a sesión legislativa como correspondía. La prensa acudió a cubrirla como de costumbre desde la que oposición ganó las elecciones parlamentarias en 2015, aunque por lo ocurrido el domingo anterior se intuía que de nuevo podría haber problemas. La sorpresa fue que al llegar la Guardia Nacional les permitió el paso tranquilamente, aunque advirtieron a los periodistas: “Pero si entran no salen”. La orden vino de superiores.
Una vez adentro se dio la primera escaramuza: “Decidimos quedarnos en los jardines, pero nos dijeron que teníamos que entrar al Hemiciclo, armaron un piquete de guardias nacionales ahí adentro y nos empezaron a arrimar para que entráramos. Los guardias superiores gritaban groserías a los guardias jóvenes que actuaban como por inercia, en ese momento yo les dije que ellos no querían seguir órdenes”.
De esa jornada quedó grabado para la historia un video de cuando los diputados lograron romper la barrera de guardias nacionales para entrar al Hemiciclo de sesiones. También las imágenes captaron la estampida del diputado Luis Parra, quien dos días antes había jurado como presidente del Legislativo en un acto inconstitucional, plagado de irregularidades y confusión, al ver que Juan Guaidó y la mayoría parlamentaria que lo respalda estaban dentro del Palacio. Atónitos, los reporteros corrieron detrás de él para preguntarle el motivo de la huida, pero a cambio de declaraciones recibieron empujones, golpes y hasta patadas de los escoltas de Parra.
Aunque la gesta de la fracción democrática permitió el retorno de quienes encarnan legalmente la institucionalidad en el Parlamento, para los periodistas significó una nueva jornada de violencia, esta vez mucho más peligrosa a manos de grupos colectivos armados que los esperaban a la salida.
“En cuestión de segundos vimos unas 50 personas vestidas de rojo, algunas armadas, que corrían hacia nosotros, allí estaba la Policía Nacional que no hizo nada, nos escondimos cerca de la sede administrativa de la AN, en el edificio de Pajaritos, y rato después al pensar que ya el peligro había pasado salimos para irnos –yo me iba con otro equipo de televisión para estar juntos por temas de seguridad–, la PNB se vuelve a colocar allí, cuando de repente aparece un grupo que nos ataca e intenta robarnos. Le quita el celular al colega que va delante de mí y le dice “dame eso por escuálido”.
De este hecho, por redes sociales circuló un video de cuando Ana Rodríguez enfrentó a uno de ellos, dándole golpes con el micrófono del canal para que devolviera el teléfono. Al final de la jornada tenía moretones en varias partes de su cuerpo y un gran susto. Luego supo que del otro lado dos colegas habían sido atacados salvajemente a golpes, uno de ellos que reporta para un medio extranjero tuvo que ser trasladado a una clínica. Y más aún, amenazaron a las mujeres periodistas con violarlas. Todo eso en presencia de piquetes de la PNB.
La unión del gremio por protección
“Como gremio nos hemos unido, ya no estamos detrás de la primicia, sino que ahora tiene una importancia superior el hecho de protegernos ante situaciones como estas, porque cada vez se incrementa la violencia, la represión contra los medios de comunicación, ha sido sistemático el ataque, incluso se ha dirigido a medios específicos”.
—¿Por qué sigues haciendo este tipo de cobertura con los riesgos que implica?
Porque soy el medio, no parte de la situación, pero también porque los periodistas somos ciudadanos, estamos padeciendo que no tenemos libertad de expresión ni libertad de información, tampoco tenemos libertades sociales, no tenemos libertad económica, no tenemos calidad de vida. Además, por no dejarme doblegar por unas fuerzas que no tienen la razón, porque si estuviésemos enfrentándonos con alguien que tiene la razón sería distinto. Siento que tenemos que recuperar la democracia que hemos perdido, y creo que esa ha sido parte de la lucha. Un periodista tiene que estar del lado de la democracia, ese es mi motor para seguir luchando. Es el momento del periodismo en Venezuela, aunque a veces trabajo con miedo por mi vida y por mi familia.