En noviembre pasado, Andrea Espinoza, reportera de VPI TV, fue detenida junto a todo su equipo por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) cuando intentaba hacer la cobertura del allanamiento a la sede del portal de noticias Entorno Inteligente. La violación a su derecho al trabajo y a su derecho a informar no la desanima para seguir haciendo el periodismo que la apasiona
En 2017 Andrea Espinoza se graduaba de comunicadora social en la Universidad Católica Santa Rosa animada por la idea de desarrollar una carrera que le permitiera mantenerse en constante movimiento, aprendizaje y vivir nuevas experiencias.
En apenas dos años de graduada ha podido cumplir esos deseos, después de un paso como redactora en el canal de noticias Globovisión hoy día es reportera del canal de televisión digital Venezolanos por la Información (VPI) donde cubre el horario de la tarde, cada día es un nuevo reto pues nunca sabe qué hecho noticioso tendrá que transmitirle a la audiencia cada vez más ávida de información veraz.
Paradójicamente, haciendo lo que le apasiona, que no es más que cumplir con su trabajo, fue detenida por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) junto al camarógrafo, al asistente de cámara y al chofer del canal que estaban con ella. El hecho ocurrió el 19 de noviembre durante el allanamiento a Venmedios, sede del portal de noticias Entorno Inteligente, hecho en en el que también detuvieron a la gerente de operaciones, Belén Tovar (aún detenida), y a dos trabajadores del portal de noticias Caraota Digital.
A los ojos de los funcionarios su delito fue estar en el lugar para informar. “Había ruido por las redes sociales de ese allanamiento, pero era poco lo que se sabía con precisión, así que nos fuimos para allá, sin mediar los funcionarios nos dicen que tenemos que acompañarlos, nos revisaron los equipos, notaron que no teníamos nada grabado, que no habíamos transmitido absolutamente nada, pero pese a eso igual deciden que debemos ir con ellos. Solicitamos llamar a nuestras familias para decirles lo que estaba pasando, no nos permitieron hacerlo a ninguna de las ocho personas que por cuatro horas estuvimos detenidas.
“Yo vivo sola con mi mamá, mis hermanos están fuera del país, imaginas la preocupación de una madre al enterarse por redes sociales que su hija está desaparecida. Necesitaba hablar con mi mamá, era lo principal, decirle que estaba bien porque estábamos bien, nos llevaron a unas instalaciones, aunque no sabíamos qué iba a pasar con nosotros. Cuando salimos lo primero que hice fue llamarla, ella llorando me dice que estaba muy preocupada porque cuando escuchó el término ‘desaparecida’ lo primero que pensó fue ‘mi hija se murió, se la llevaron, no sé quién se la llevó pero mi hija falleció’. Todo el tiempo que estuve detenida solo pensaba en mi mamá y mi familia, uno se olvida de uno mismo”.
Después de cuatro horas y tras una fuerte presión mediática y de los gremios periodísticos lograron salir. Todos fueron liberados sin cargos, pero una caución le impide hablar de los detalles de lo que ocurrió en esas horas detención. Fue una arbitrariedad más que afronta la prensa en Venezuela, donde en 2019 fueron detenidos 79 periodistas nacionales y extranjeros, de manera temporal o permanente, hasta noviembre, según la organización Un Mundo Sin Mordaza.
Salieron, aunque con las manos vacías, pues los equipos, incluidos los teléfonos celulares particulares, estuvieron retenidos un día más.
A raíz de este nuevo incidente, relata Andrea, algunos periodistas se han replanteado la necesidad de recurrir a algunos mecanismos de seguridad que los proteja de estas situaciones, o por lo menos que reduzca la exposición al riesgo… si eso es posible. Pero esta reportera mantiene intacto su deseo de seguir “pateando calle”, como ella lo llama. Quiere seguir cubriendo pautas como las protestas en el hospital de niños JM de los Ríos: “Cuando los médicos o enfermeras nos muestran sus zapatos rotos o nos hablan de lo poco que ganan no solo nos están hablando de sus condiciones laborales, sino que nos están contando parte de su vida personal”, o la reciente incursión policial a la Cota 905 donde vio que los cuerpos de seguridad sí tiene capacidad para penetrar en los barrios más peligrosos y neutralizar la acción del hampa, solo que, a su juicio, les falta voluntad: “De ese día recuerdo el final, fue un acto fallido, los funcionarios sencillamente se retiraron sin dar explicaciones ni obtener resultados”.
A esta joven reportera muchos la identifican en la calle como la periodista que fue detenida, pero ella no quiere ser recordada por eso: “Quiero que me identifiquen por el trabajo que hago, por las historias que estoy contando, muchas personas cercanas tienen miedo, incluso me dicen que estoy loca por arriesgarme, pero yo no siento que me estoy arreglando, solo estoy haciendo mi trabajo”.
Antes de ser detenida lo más difícil que Andrea Espinoza había vivido como periodista fue la cobertura de las informaciones de sucesos en la morgue de Bello Monte: “Intentar llegarle a una persona que ha perdido a su hijo o a su ser querido, sea cual sea su condición, ver ese dolor de las personas que han perdido a un familiar por la violencia o debido a la falta de insumos, a los padres de los bebés que fallecen por falta de medicamentos o atención médica, que una madre te diga que luego de dar a luz a su hijo a los pocos días murió, eso llega al corazón, es muy duro”.
¿Cómo es ser periodista en Venezuela?
Es difícil, muy difícil, primero por algunas leyes nuevas que pueden estar en nuestra contra, tenemos una administración en nuestra contra también, y además el venezolano está renuente a los medios de comunicación, se sienten defraudados no solamente por los políticos, sino también por los medios. Pero voy a seguir haciendo lo que me gusta, lo que estudié, seguiré pateando calle hasta que por motivos mayores tenga que dejar de hacerlo.